Las manzanas prohibidas
del Paraíso se multiplican. Miles de Evas y Adanes siguen fornicando ante la
mirada esquiva de Dios para demostrar que los Primeros fueron expulsados del
Paraíso injustamente.
Jesús sintió, dos portales
antes de llegar al suyo, el discurrir de un pequeño hormigueo frío sobre su
frente. Con el dedo corazón de la mano derecha se frotó la piel sobre la que
había surcado brevemente la sensación fría y así, sin más, entró en su casa. No
parecía estar preocupado ni nervioso, aparentaba una conducta normal y cabal de
un hombre cualquiera que llega de su trabajo como todos los días. Sólo añadir
que su trabajo, quizás, no era un trabajo normal.
-
Hola, dijo a su mujer que andaba cerca.
-
Hola Jesús. ¿Qué te ha pasado?
-
¿Dónde?
-
Tienes sangre en la frente.
-
¿Qué dices, sangre?
-
¡Por Dios! ¿Qué te ha pasado?
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