Os he hablado de mi primera novela: La desobediencia de los significados. Mi correctora de estilo me ha convencido para que el texto lo estructure en capítulos. Creo que lleva razón. El lector se sentirá más animado ante un texto secuenciado que ante un relato denso y sin rendijas por donde entra aire fresco.
Mi novela Cien pedazos -por ahora es la única que he publicado- ha funcionado bien con esa estructura. Está dividida en cien capítulos, aunque tengo que decir que no toma el nombre de Cien pedazos por esta razón sino por otra muy distinta. Hay que leerla para saber por qué se llama Cien pedazos.
Ahora, después de diez años de haber escrito La desobediencia de los significados, la he retomado para seccionarla en capítulos. Hay que hacerlo con coherencia y sin que esto suponga herir la novela. Lo estoy haciendo con la intención de dar valor añadido literario a la obra.
No es fácil meterse de nuevo en una historia escrita hace años. Pero reconozco que lo estoy pasando muy bien.
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