El “héroe” Parot
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Los pueblos, como personas
-algo especiales- que son, no solo se alimentan de cuestiones materiales,
alimentos, casa, ropa; también lo hacen con elementos inmateriales,
espirituales, como la educación, el conocimiento, la paz, la libertad y, por
supuesto, con uno esencial: la admiración, incluso la veneración, por hombres y
mujeres que han supuesto un ejemplo para el resto de los ciudadanos. Unos,
porque han realizado alguna gesta destacada; otros, porque han entregado su
vida a los demás. Unos fueron descubridores, otros inventores o aventureros;
heroínas, investigadoras, lingüistas, precursoras de los derechos humanos de
las mujeres. Son cientos, miles. Todas estas personas tienen en común un motivo
fundamental por el cual, tanto sus vidas como sus obras, han trascendido hasta
nuestros días, igual que seguirán siendo el faro que alumbre para siempre el
camino de los que habrán de venir. Ese motivo determinante no es otro que haber
luchado para conseguir una sociedad mejor en una vida mejor. Son nuestros
modelos. Nos motivan y nos inspiran; nos empujan, silenciosamente, al
compromiso con nosotros mismos y con los demás. Han sido personas trabajadoras,
generosas, exigentes con ellas mismas, honradas y siempre involucradas. Este
fabuloso alimento inmaterial es imprescindible para el desarrollo humanístico. ¿Quién
es capaz de renegar de esta filantropía? Jesús de Nazaret es una de las figuras
más influyentes de la cultura occidental, al margen de creencias
religiosas. Martin Luther King Jr., luchador
infatigable en EEUU por los derechos civiles, activista contra la guerra de
Vietnam. Uno más cercano, Mijaíl Gorbachov, padre de la perestroika. Isaac
Newton al que debemos, entre otras cosas, las bases de la mecánica clásica.
Confucio, 500 años anterior a Jesús, cuyas enseñanzas versaban sobre las
virtudes de la tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al
prójimo y el respeto a los mayores y antepasados. Cristóbal Colón, cuyas ideas
revolucionarias le llevaron a descubrir América en 1492 y a cambiar para
siempre el rumbo de la historia. Albert Einstein. Neil Armstrong. García Lorca.
Dalí. Nelson Mandela. Mahatma Gandhi. Para qué seguir. Ellos y tantísimos más
en todo el mundo han contribuido a que nuestras condiciones de vida sean
mejores. Los respetamos. Los admiramos. Intentamos imitarlos. Son nuestros
líderes. Son, como no, nuestros héroes. Nos acordamos de ellos y celebramos sus
nacimientos, sus centenarios -el que los haya cumplido-, y lamentamos que ya no
estén con nosotros. Les organizamos homenajes porque no queremos olvidarlos por
todo el bien recibido. Son la savia inmaterial que nos enriquece y que nos hace
menos vulnerables. Como seres excepcionales, les estamos muy agradecidos. La
condición humana es genial y puede hacer esas cosas tan maravillosas, igual que
sabe reconocerlas y premiárselas a sus autores.
Lo que es
difícil de encontrar, excepto en este país llamado España, son héroes cuyos
méritos solo estén relacionados con la muerte, ¡qué digo muerte!, con los
asesinatos. ¿Qué han dejado los presos -parece que por poco tiempo- de ETA como
herencia espiritual, a esta y a las próximas generaciones? ¿Un profesional
conocimiento de la Goma-2; el manejo sobresaliente de las pistolas 9mm Parabellum;
la sofisticada pericia de la preparación, colocación y explosionado de coches
bomba; la técnica en cuanto al grado de inclinación de la pistola sobre la nuca
de la víctima para que el tiro sea mortífero; los métodos de investigación
sobre el grado de vulnerabilidad de las personas elegidas para ser asesinadas o
secuestradas? ¿Esta es la herencia inmaterial que ha dejado ETA? ¿Estas son las
habilidades y los méritos de los héroes a los que vais a homenajear
próximamente en Mondragón? ¿Estos sujetos son los modelos que tenéis para
presentar a vuestros hijos y que los imiten? ¿Es más héroe el que tiene 5
asesinatos que el que tiene 3? Parot tiene 29. Seguramente este es superman.
El superman del terror.
A los que
tenéis pensado asistir a la miserable y vergonzosa marcha por él en septiembre os
diré cuál es la herencia de vuestros heroicos pistoleros: el dolor y el
sufrimiento de miles de personas. De los que no pudieron conocer a sus padres, de
los padres de esos padres, de los amigos, de las viudas y de los viudos, de los
vecinos, de todas las personas decentes que sintieron aquellas muertes atroces.
Es hermoso
luchar por la libertad. Pero no tiene sentido luchar por la libertad cuando
eres libre. Es abominable que esa lucha haya consistido en quitar la vida,
traicioneramente, a gente inocente, en época de paz. El conflicto de intereses
jurídicos protegidos nunca existió, porque no es equiparable el objetivo de la
independencia de un territorio -en libertad desde 1975- con el valor de una
vida humana. Si ETA (Euskadi Ta Askatasuna: País Vasco y Libertad) y sus
seguidores creyeron que sí lo era, su grado de perversidad los habrá llevado a
confundir también a sus seres queridos con la serpiente que exhiben en su
bandera. El territorio y la geografía siempre estuvieron antes de que llegara
el hombre. Su ocupación solo confiere el derecho de pertenecer a él -lo
llamamos patria (no matria)- no el de decidir quién sí y quién no pueda
hacerlo. Pero la vida es diferente, está presente simultáneamente en el suceso
de nacer. Su valor nada tiene que ver con la calderilla de un territorio.
Su valor es el derecho a vivir que toda persona tiene por el hecho de haber
nacido. Por eso, segar vidas como moneda de cambio para disponer de un
territorio al antojo de unos cuantos es tan ruin e inaceptable como conferir el
rango de héroes a los asesinos que han degradado tan vilmente el hermoso
paisaje del país vasco. La simple circunstancia de haber nacido dentro del país
vasco -porque también Parot podía haber nacido en Perejil- demuestra que no hay
razones para que nadie sea guardián de la geografía ni del paisaje y menos, a
costa de la vida de los que tenían tanto derecho como el perejileño
Parot a terminar sus días en el país vasco o fuera de él, libres y sin un
agujero en la cabeza. Por favor, pensaos lo de asistir a la marcha por el
sanguinario héroe Parot.
El traidor
Sánchez, mirando con las gafas de sol. Y el juez/ministro Marlaska, ayudando.