Mi primera novela se apunta a la desobediencia como táctica de la supervivencia. La desobediencia cobra autonomía y escapa al control de las personas. Desobedecen las emociones y los sentimientos, pero también las palabras y la suerte y la semántica y las leyes naturales y escritas.
Tanto es así, que el broche de esta idea lo pone la repentina conversión del invierno en primavera.
COMIENZA ASÍ:
LA MAÑANA
Han cantado los gallos, inquilinos atentos de la madrugada, bocinas de la aurora, primeros bullidores del alba. Han pregonado otro despertar, los mismos bostezos, el mismo sol. El sol, lanzado por una perezosa catapulta, comienza a asomarse por oriente, con los ojos colorados todavía y la zancada larga, como un redondo Rey Mago camino del Portal de la mañana. Y salta la mañana retozona y ágil como una mirla en la maleza, y va dibujándonoslo todo al mismo tiempo, muy fresquita, como un pez recién sacado del cañal, como el agua de una fuente escondida entre zarzas flageladoras. Es el amanecer. Hermosa gotera de sol que de pronto todo lo inunda. Él nos da a luz en un parto repentino de transitoria sangre, nos sopla con mimo en nuestra costilla de barro poniéndonos en pie y nos dice al oído palabras recién inventadas, valientes, ribonucleicas, para que podamos echar a andar sin dudarlo y podamos vivir -mientras sigue la vida- junto a cualquier campana, sin que importe el tamaño de su lengua, la distancia de con Dios, ni el repique definitivo de su melodía metálica. ¡Que suene el disparo! El amanecer es una sandía abierta y madura con el cerebro rojo y los corazoncitos negros que laten ¡cuidado! cerca de nuestra garganta, una sandía tentadora y mortal lista para comérnosla.
CIEN PEDAZOS, mi primera novela publicada
Se presentó en Sevilla, en febrero de 2011. La editorial me exigía vender 100 ejemplares el día de la presentación. Faltaron ejemplares.
A partir de ese día, la editorial se olvidó de la novela. Hoy, parece que esto es lo normal. Vendes lo que como autor eres capaz de vender.
Curiosamente, a los dos días de la presentación recibí un correo electrónico de otro editorial interesándose por Cien pedazos. El hecho indicaba que la novela tenía algo que la hacía comercial.
Este es el quid de la cuestión, si a criterio de los editores no eres comercial, tu obra no se publica. ¿Cuantas veces se han equivocado los editores? Cada cual tendrá su respuesta.
Este blog intentará apoyar, en el disperso mundo de la literatura y de los lectores, la idea de que hay obras que pueden ser muy interesantes aunque algunos editores crean lo contrario.
Poco a poco pasarán por Libertadliteraria todas mis novelas y sus personajes.
A partir de ese día, la editorial se olvidó de la novela. Hoy, parece que esto es lo normal. Vendes lo que como autor eres capaz de vender.
Curiosamente, a los dos días de la presentación recibí un correo electrónico de otro editorial interesándose por Cien pedazos. El hecho indicaba que la novela tenía algo que la hacía comercial.
Este es el quid de la cuestión, si a criterio de los editores no eres comercial, tu obra no se publica. ¿Cuantas veces se han equivocado los editores? Cada cual tendrá su respuesta.
Este blog intentará apoyar, en el disperso mundo de la literatura y de los lectores, la idea de que hay obras que pueden ser muy interesantes aunque algunos editores crean lo contrario.
Poco a poco pasarán por Libertadliteraria todas mis novelas y sus personajes.
Cien pedazos
Las manzanas prohibidas
del Paraíso se multiplican. Miles de Evas y Adanes siguen fornicando ante la
mirada esquiva de Dios para demostrar que los Primeros fueron expulsados del
Paraíso injustamente.
Jesús sintió, dos portales
antes de llegar al suyo, el discurrir de un pequeño hormigueo frío sobre su
frente. Con el dedo corazón de la mano derecha se frotó la piel sobre la que
había surcado brevemente la sensación fría y así, sin más, entró en su casa. No
parecía estar preocupado ni nervioso, aparentaba una conducta normal y cabal de
un hombre cualquiera que llega de su trabajo como todos los días. Sólo añadir
que su trabajo, quizás, no era un trabajo normal.
-
Hola, dijo a su mujer que andaba cerca.
-
Hola Jesús. ¿Qué te ha pasado?
-
¿Dónde?
-
Tienes sangre en la frente.
-
¿Qué dices, sangre?
-
¡Por Dios! ¿Qué te ha pasado?
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